No tengo versos ni un poema anticipado, no tengo lágrimas ni tampoco un reloj atrasado. No tengo palomas ni sueños desvelados, ni tengo un hueco en la palma de mi mano.
Pero sí tengo la sensación fresca de tu beso, las tortas marmoladas, las pastas domingueras. Los pañuelos y manteles bordados de alegrías. Tengo tu voz distrayendo mi tristeza.
Tengo la intensa ternura de tu abrazo, tu perfume a despedida y condimentos. Tengo los nietos que llenaron tus ausencias. Y tu nombre en el alma, Amelia, estampado y eterno.
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