nadie quedó exento de sufrir, en mayor o menor medida, las consecuencias de lo que sobrevendría en los próximos meses.

En aquellos momentos, sin precedentes a escala mundial, la música fue un salvoconducto indispensable.

En nuestros hogares comenzamos a gestar una nueva manera de vivir, de rememorar, de conocernos y de valorar cada minuto de nuestra existencia y la de nuestros seres queridos.

Desde los balcones y las redes sociales, los músicos fuimos catalizadores del espíritu colectivo en momentos de miedo y desolación.

“Donde está mi corazón” se gestó en aquellas horas difíciles, entre el sueño y el despertar, en la madrugada de un día cualquiera, en un descanso interrumpido por las noticias, después de hablar con alguien por teléfono y ponernos a llorar.

Ese tiempo entre paréntesis nos hizo sentir de otra manera, observar con otros ojos, decir lo que sentíamos. Así nació esta obra, como una necesidad, como un desahogo, como una bendición.

“Donde está mi corazón” es un derecho irrenunciable que vio la luz dos años después. Tiempo que necesitó para gestarse, madurar y nacer.

Este es el premio por mi tenacidad y mi capacidad de superación… lo disfruto y lo saboreo como uno de los mayores éxitos de mi carrera.

Y vivo mi historia a contrarreloj
en esta carrera sin recta final.
El mundo me insiste, ahora o nunca.
Jugármela entera, mi propia verdad.

En cada uno de estos versos he sido yo, sincera y auténtica en la madurez de mis años, más sabia y más libre que nunca.