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HIJA

(a mi Mercedes)

Tus lágrimas humedecen la almohada y los sueños de un fin de mes.

En mis brazos cansados sostengo a la mujer en que te has convertido sin darme cuenta y pienso si alguna vez me perdí algo de tu vida.

Te hiciste con trocitos de historias contadas de un país que no te acuerdas y en tu corazón hay una brújula que señala el norte hacia alguna parte que no conoces.

En esta vida de marchas y contramarchas pude haber errado más que acertado pero descanso en la idea de que tus ojos miran el lado bueno de las cosas, que tu corazón sabe perdonar más rápido que el mío, y que me has superado en comprender el mundo tal como es.

Tal vez te haya podido dar más, hija mía. Me queda esa duda y un reloj interior que me indica que van llegando los tiempos de partir.

Aún tenemos cosas por hacer: regalarnos algunas confidencias, reírnos por mis payasadas que tanto te irritan, contradecirnos en los asuntos de siempre, llorar por nuestros amores como dos buenas amigas.

A esa niña que me traje en brazos, que cruzó conmigo un mar de incertidumbre, hoy es mi espejo más retador, más noble y también el más dulce que pude haber imaginado.

 

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