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MI VOZ Y MI CUERPO

De Banfield, al sur de la ciudad de Buenos Aires
cruzo el puente Pueyrredón en un bondi destartalado.
Pienso, imagino un día más, cualquiera… 
para una piba de veintipocos.

Me voy durmiendo contra la ventanilla 
en el vaivén de las calles poceadas,
y despierto de a ratos, distinguiendo un cielo medio nublado
a través del vapor pegado al vidrio -rajado en tres partes-.

Soy una mujer… una idea , un concepto difícil.
Me dijeron que tengo que ser alguien,
buscar algo, intentar llegar.

Pero no puedo quitarme esa música de la cabeza.

Era un tango de Rivero sonando en la vieja Radio Noblex
que me fui desayunando muy de a poco
mientras dibujaba círculos en los empleos del Clarín 
de aquella mañana.

Tres estrofas y un estribillo infinito me hacían ruido en las tripas,
con la misma jodida sensación de llorar al país
en el hermetismo de un Jumbo que volaba hacia Europa.

Hoy la sangre nutre al Gran Arbol 
y corre abundante en las venas de mis hijos y mi guitarra.
Aunque me cuesta, me reconozco bajo un cielo mediterráneo
Entre viñedos, arrozales y lejanas dulzainas de otoño.

Tango, te viniste conmigo, así que… aguantátela che!

Te doy mi voz y mi cuerpo,
mi acento y mi palabra empeñada.
Esta noche es nuestra y de nadie más…

 

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