Saltar al contenido
La vida para cantar - Coincidencias . Gabriela Castillo

COINCIDENCIAS (supuestas)

El vaso medio lleno o medio vacío

Desde la muerte de mamá pasé por diferentes etapas nada fáciles. Había postergado muchas decisiones en el plano familiar pero desde el 2010 los cambios se desencadenaban por sí solos.

Remontar la caída fue complicado al comienzo. Sin embargo y vaya a saber por qué misterio, se despertó en mi una especie de intuición o inspiración.

Como si se hubiera desatascado el desagüe de la cocina, las cosas empezaron a fluir de una manera notable y hasta extraña, diría. Una oleada de alumnos me llamó para tomar clases, se confirmaban conciertos, eventos y en otros espacios, coincidía con determinadas personas como por arte de magia.

Una de esas “coincidencias” fue a raíz de haberme puesto en la cabeza que tenía que hacer un curso de auto conocimiento personal.

No sabía dónde recurrir ni como lo iba a pagar pero necesitaba embarcarme en ese desafío. Lo necesitaba realmente.

Nunca me había metido en estos terrenos espirituales.

Lo más cercano a enfrentar mi propio “yo” fue cuando hice terapia antes de emigrar, algo que jamás retomé.

Al poco tiempo de pensar en la idea de un curso de esta índole, me presentaron a una muchacha que quería tomar clases de canto y que tenía un centro de meditación, yoga y otras actividades afines.

Acordamos en intercambiar nuestros servicios y debo decir que fue una de las mejores inversiones de mi vida.

Comencé un proceso durísimo pero revelador: el de hacer frente a mis propias sombras.

Obviamente, nada cambia de un día para el otro y mi caso fue un proceso de ensayo y error constante.

Yo creo haber encarnado en esta vida para hacer varios cursos de aprendizaje y hasta másteres en paciencia, perseverancia, fe ciega, caer y volver a empezar.

En 2015 tuve que hacerme una biopsia.

Afronté la incertidumbre y el miedo en la más absoluta soledad. Había aprendido a dominar la ansiedad y a confiar en la providencia, en el Ser, en el Universo o como se llame eso que yo sentía como una asistencia constante.

No quise alarmar a mis hijos, ni a mi familia ni a mis amigos hasta no saber los resultados.

Supongo que habré hecho bien los deberes porque la vida me favoreció con un NEGATIVO rotundo.

Sin embargo, fue un cimbronazo que movió toda mi estructura nuevamente.

Algo me quería decir todo aquello. Algo útil y trascendente tenía que hacer antes de dejar este mundo si me tocaba morir hoy o mañana.

Me propuse realizar un voluntariado, ofrecer mi música, conciertos, clases. Contacté con una asociación nacional de gran prestigio pero quien me entrevistó, se supone una persona idónea para su cargo, encajonó mi propuesta sin más explicaciones.

No me iba a rendir tan fácilmente.

En una de las habituales visitas al hospital para realizar los controles de rutina vi el cartel de la Fundación Músicos por la Salud pegado en una pared.

Desde aquel momento, hace ya 3 años que soy una de sus miembros, realizando conciertos en todos los hospitales públicos de Valencia y en diversos centros asistenciales.

Fue ver el vaso medio lleno. Fue desear, buscar y esperar. Fue levantar la mirada para encontrar lo que estaba esperando encontrarme.

Utilizamos cookies para una mejor experiencia en nuestra web.    -
Privacidad