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Florece - Gabriela Castillo

Florece (canción 10)

La mejor versión de uno mismo

Siempre digo que cada uno lleva su propia mochila de vida cargada de experiencias y aprendizajes.

Dependiendo de cuanto hemos podido desprendernos y quedarnos con lo verdaderamente útil y valioso, la marcha es más o menos ligera o una cuesta arriba interminable.

El cuerpo grita lo que la mente calla se escucha últimamente.

El parón de una enfermedad nos enfrenta a nuestra imagen más vulnerable en el espejo y nos plantea hacer un inventario de las emociones que nos llevaron hasta ahí: rencores, hipocresía, desconfianza, falta de perdón, etc.

La enfermedad nos ancla. Nos pone en punto muerto. Nos para la pelota en medio del juego. 

Y el camino plantea un desafío aún mayor: qué hacer de aquí en más, cómo gestionar el miedo y la incertidumbre, los compromisos pospuestos, cómo delegar en los demás lo que estaba bajo nuestra responsabilidad.

Y cómo sanar el cuerpo mientras la mente no para de tejer la peor trama de pensamientos autodestructivos y desesperantes que hayamos conocido.

Así mientras nos devora la ansiedad olvidamos que la vida nos invita a conectar otra vez, a revisar nuestros planes, a unir los cabos desconectados, a separar el trigo de la hierba inútil.

Florece es una canción que dediqué a los pacientes con cáncer.

Es muy común llegar a las salas donde reciben la quimioterapia y verlos ensimismados, cada uno masticando su propio drama.

Desenfundo mi guitarra y comienza mi speach despertador. Con un bolero consigo cortar el ambiente, hago levantar la mirada, mover un pie siguiendo el ritmo, dibujar una sonrisa y una charla espontánea entre los pacientes o con sus familiares.

En otros de mis post dije que la vida me hizo florecer en este lugar del mundo, pese a haber transitado situaciones realmente dramáticas. De ese “tocar fondo” salió una versión mejor de mi misma que jamás hubiera imaginado hace 30 años atrás.

Yo era una empleada administrativa, madre de familia con la vida y los planes más o menos encaminados. Como emigrante no tuve más opciones que reinventarme y confiar en algo que podría definir como FE o CONFIANZA EN LA VIDA.

Nunca lo habría experimentado de no haber existido ese punto de inflexión. ¿Qué hubiera sido de mi de haberme quedado donde estaba? 

A los pacientes les digo exactamente lo mismo: Ahora tienes una excusa para escribir un libro. Tienes tiempo, tienes la oportunidad de explorar lo que sientes, de compartir sentimientos, de empatizar con otros y ayudarlos y a la misma vez de ayudarte. 

Se nos ha dicho que moveríamos montañas con la fe del tamaño de un grano de mostaza y todavía seguimos dudando.

La gracia de este gran JUEGO de la vida es tomar las riendas cuando el caballo se desboca. Ahí justo ahí se ponen a prueba nuestras capacidades, nuestro valor, nuestro poder creador y transformador.

Y surge milagrosamente un poder interior, mágico, infinito que nos cura, nos conecta, nos eleva o nos hunde según nuestra decisión. La vida siempre dice SI a todo. Nos da la razón a cada pensamiento que creamos como verdad. 

Y yo creo que donde nos toque y en cualquier circunstancia, podemos FLORECER, como dice esta maravillosa canción de nuestro disco.

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