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La vida para cantar - Temblar de emoción, nunca mejor dicho- Gabriela Castillo

Temblar de emoción, nunca mejor dicho

La historia de Pascual

De las cosas extraordinarias que me han sucedido en mi intercambio con los pacientes, la que voy a contarles ocurrió en el Hospital General de Valencia

La sala de cuidados intensivos (UCI) tiene entre 20 y 25 camas disponibles. Las edades de los pacientes son tan variables como las dolencias que los aquejan.

Si mis cálculos no me fallan, el promedio es de 65 años pero a veces encuentro jóvenes de entre 20 a 40.

Por eso no es de extrañar que en mi carpeta de repertorio lleve canciones de todas las épocas a fin de contentar a los espectadores: boleros, valses, tangos, habaneras, folklore argentino y latinoamericano, pop y rock español y latino.

Menos flamenco y copla que sería una osadía de mi parte, no habiendo adquirido ni un “deje” aproximado en 18 años que llevo en España, el resto lo manejo con cierta soltura.

Si bien muchos pacientes pasan la mayor parte del tiempo dormidos o inconscientes, otros están despiertos en casi todo el proceso de recuperación.

Sé por boca de ellos que se aburren tremendamente y por eso son tan agradecidos cuando alguien les cambia el día, aunque sea por un rato.

Aquella mañana empecé mi rutina habitual, identificando a los pacientes despabilados. Una enfermera se acercó y me dijo:

El muchacho de la cama 21 pide que le cantes algo de Roberto Carlos. Se cayó en un accidente y tiene una grave lesión en su columna. No puede mover ninguna parte de su cuerpo. Está muy mal. 

Fui directo hacia él.

Pascual tenía 50 años. Lo iban a operar por la tarde. No sentía dolor, no podía mover la cabeza, solo podía hablar. Estaba afectado y preocupado. Me preguntó si sabía Un gato en la oscuridad del cantautor brasileño.

Comencé a cantar observándolo atentamente y ví que se emocionaba, algo que considero realmente saludable. Las emociones tienen que liberarse y bienvenidas sean las lágrimas.

De pronto comenzó a moverse, sus piernas temblaban y sobresaltado dijo:

Siento mis manos y mis pies!!!

Varios enfermeros se acercaron a ver la reacción y yo creí que se me salía el corazón del cuerpo. Digamos que me asusté un poco, no sabía que podían suceder esas cosas.

Me sentí como en una película. Todavía no recuerdo cómo seguí cantando después de semejante impacto, ni qué hice después.

Con Pascual y su esposa Gema mantuve contacto los meses siguientes. . La recuperación fue lenta y trastocada con otras complicaciones. Pero estuvieron siempre unidos, afrontando valientemente la situación.

Al final me enteré cómo había sido aquel accidente. Cuando uno piensa en una caída que pudiera generar semejante fatalidad, lo primero que imagina es caerse de un andamio o de un techo haciendo alguna reparación, o algo así… muy excepcional. Pues no.

Pascual pisó con su moto el bordillo de la calle (cordón de la vereda) y de ahí la mala suerte de caer y lesionarse tan gravemente.

Esta historia sucedió hace un par de años y cada vez que visito un hospital pienso que los planes se nos pueden poner patas arriba en cualquier momento.

Sin embargo, por todo lo visto y vivido me siento agradecida, como quien observa un campo sembrado con sus frutos y sus malas hierbas, con sus ciclos de crecimiento, sus días de sol y de tormenta.

Vaya a saber por qué misterio la vida me ha puesto a cantar para estas almas, aunque sí estoy segura de que son tiempos de buenaventura y cosecha

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