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DIARIO DE VIAJE 23
Sant Mateu y Xert: pequeñas joyas en el camino de la historia
Cuando definimos un destino a visitar, siempre tenemos en cuenta los pueblos que lo circundan. En varias ocasiones nos han sorprendido por algo especial, aun compartiendo la misma historia y geografía dada la cercanía.
Este fue el caso de dos pueblos, Sant Mateu y Xert, en los que hicimos una pausa de camino hacia Morella.
Ambos conservan muestras de pintura rupestre levantina, restos de la Edad del Bronce y del mundo íbero.
Sant Mateu, en la comarca del Baix Maestrat de Castellón, nos pareció una joya escondida, fuera de los catálogos y puntos turísticos habituales. Es un pueblo que guarda muchos secretos pero que, sin embargo, desplegó ante nosotros todo su abanico de sucesos, personalidades y fechas claves de la historia de esta región.
San Mateo fue la capital histórica de un amplio territorio denominado Real Maestrazgo de Santa María de Montesa y de San Jorge de Alfama.
El Maestrazgo estaba formado por Baylías y Encomiendas, entre ellas el Baylío de Cervera o Mensa Maestral, con ocho poblaciones: Cervera del Maestre, San Mateo, Traiguera, Xert, La Jana, Rossell, Canet y Càlig.
En la época medieval, Sant Mateu se convirtió en un importante centro comercial, ganadero y artesanal, desde donde se exportaba la lana de los rebaños de la zona a los telares de Prato y Florencia.
Aparcamos el coche y, recorriendo sus principales calles, dimos con la Iglesia Arciprestal de San Mateo Apóstol, un templo del siglo XIII. Para nuestra sorpresa, nos esperaba una guía turística que nos adentró en la historia de esta reliquia y nos permitió acceder al interior del templo y al campanario, desde donde disfrutamos de unas vistas extraordinarias.
La iglesia, de estilo gótico valenciano, inició su construcción en el siglo XIII en estilo románico, y fue ampliada progresivamente hasta convertirse en el magnífico templo que es hoy. Los comerciantes de lana fueron los impulsores de la obra, lo que le valió el sobrenombre de “la catedral de los mercaderes de la lana”.

Este empuje económico permitió que Sant Mateu creciera durante los siglos XIII, XIV y XV, albergando en su villa la Universidad de Humanidades, la Escuela de Griego, así como escuelas pictóricas, de orfebrería y de cantería.
Su importancia política también fue notable: se celebraron Cortes Generales del Reino de Valencia en 1369, 1370, 1421 y 1429. La visitaron personajes como San Vicente Ferrer, Benedicto XIII (el famoso Papa Luna) en 1409, Clemente VIII, Alfonso de Borja (más tarde el Papa Calixto III), entre otras importantes personalidades.
Para concluir la visita, disfrutamos de un merecido tentempié en la Plaza Mayor, con su diseño típico de las plazas medievales en ciudades fuertemente amuralladas.

Al día siguiente dimos un paseo bajo la lluvia por el pueblo de Xert, integrado en la comarca del Baix Maestrat.
En su término se conserva la célebre Mola Murada, un importante poblado de la Edad del Bronce con recinto fortificado y restos de viviendas en su interior.
De origen musulmán, fue reconquistada en 1233 y recibió carta puebla en 1235. Formó parte de la Bailía de Cervera, perteneciendo primero a la Orden del Temple y, a partir de 1319, a la Orden de Montesa, hasta el siglo XIX y la abolición de los señoríos.
En sus proximidades se libraron hechos de armas durante las Guerras Carlistas, destacando el de 1836.
Ya en el siglo XX, la Guerra Civil dejó su huella con la retirada de los soldados republicanos hacia el Ebro y la persistencia de focos guerrilleros leales a la República hasta bien entrados los años cincuenta.
El pueblo se recorre a pie en pocas horas y se disfruta a cada paso por sus calles y muros de piedra. El paisaje, de barrancos y ramblas, conmueve especialmente en la zona occidental de la comarca, donde se abre la rambla de Cervera.
Descubrir Xert fue como viajar al pasado, imaginando la vida de aquellas gentes, sus costumbres y sus ritos.
La Vieja Iglesia de la Asunción, con su cementerio adosado, la casa abadía y la antigua trama urbana, fueron el puntapié para dar rienda suelta a la imaginación. Todo ello conserva la estructura con arcos y lienzos de las viejas murallas del siglo XIII, renovadas en el XVII.
El núcleo antiguo estuvo parcialmente amurallado, y los vestigios actuales se hallan incorporados a las viviendas más antiguas en la parte alta del pueblo.
La curiosidad nos ha enseñado que nunca hay que desestimar la riqueza de los pueblos, aunque el atractivo turístico se lo lleven las grandes urbes.
Porque debajo de las piedras hay un pasado que aún nos sigue contando historias.
