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NO SOY DE AQUÍ, NI SOY DE ALLÁ

NO SOY DE AQUÍ, NI SOY DE ALLÁ

Buscando un punto de referencia

Quienes nos repartimos entre dos regiones, países y hasta dos hemisferios, nos preguntamos alguna vez ¿de dónde somos realmente?

Por la razón que sea, decidimos buscar mejores condiciones de vida en todas latitudes, sin garantías pero con convicción.

En un tiempo indefinido, logramos adaptarnos al nuevo lugar dependiendo de los factores externos que faciliten nuestra integración, como también de la motivación personal, que siempre debe estar por encima de cualquier circunstancia. 

Cuando nos va bien, genial, no hay nada que objetar. En cambio, cuando la economía apremia, la cabeza nos taladra a preguntas y replanteos insufribles.

En el mientras tanto, vivimos añorando cosas del lugar de origen, pero cuando estamos en el destino opuesto reaccionamos con cierto rechazo a las cosas que jamás cambiaron desde que nos fuimos. 

Digamos que nunca estamos conformes.

En mi caso, no tengo ni idea de lo que hubiera sido mi vida de haberme quedado en Argentina.  

Si habría podido trabajar con la música o aceptado cualquier trabajo para sobrevivir. Tampoco sé si mis hijos habrían tenido las mismas oportunidades, mejores o peores, que en España para progresar.

Está claro que nada hubiera sido lo mismo, ni remotamente. 

Hace 10 días que llegué a Argentina para acompañar a mi padre en sus últimas horas.
Estoy residiendo en zona oeste del Gran Buenos Aires y ni siquiera el aire ni la humedad del ambiente son iguales que en Valencia.

Tampoco el cielo plagado de nubes tiene el mismo tono celeste que cubre el mediterráneo.

Ni hablar de la gente, de cómo se viste y se relaciona.
Estas diferencias ya las he notado en los argentinos que actualmente están emigrando a España.
Creo que no tienen mucho que ver con los que aterrizamos hace 20 años

Sin embargo, esto mismo puede decir alguien que emigró a España hace 60 años y que tampoco tiene mucho en común conmigo.

Hace unos meses conocí a Pedro, un francés/español de 80 años, que por diversas circunstancias vivió en Argentina entre sus 10 a 20 años (década del 50/60), y que finalmente regresó a Europa. 

A los diez minutos de sentarnos a conversar, su acento sonaba más a los arrabales de Dock Sud que al del barrio Las Rosas de Madrid. 

Conversamos sobre su infancia y su adolescencia y fue como escuchar a mi propio padre.
La descripción de los barrios, del ambiente en la calle, de las fiestas en los carnavales y de los bailes en las milongas… fue una película que alguna vez me contaron mis viejos, casi idéntica.

La emoción de los recuerdos llevó a Pedro a otro espacio/tiempo pero al mismo país que me vio partir a mí, 40 años después que él. 

Hay una plataforma en Internet que permite recorrer las ciudades en tiempo real y le dije a Pedro que sería una buena oportunidad para caminar Buenos Aires tal cual es hoy pero me respondió que NO. 

Él no quería que ninguna imagen actualizada pudiera desvirtuar sus recuerdos. No tenía necesidad de comparar ni de valorar lo que fue y lo que es. 

Evidentemente esa fue la respuesta de quien no necesita ningún punto de referencia

Ni su origen ni su destino jamás fueron condicionantes para Pedro, sino simplemente las coordenadas exactas para convertirse en quien es, donde sea que esté. 

 

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