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Crisis, resiliencia y propaganda: la especie humana en jaque

Lecciones de supervivencia desde el año 536.

El mundo hoy nos ofrece un panorama complejo en todas latitudes.  

Existe una combinación de desastres naturales, conflictos armados y crisis humanitarias, con sus consecuencias inevitables a mediano y largo plazo. 

Cada cual, y según donde le toque vivir, percibirá la realidad de acuerdo con las circunstancias geopolíticas, sociales y culturales de su región. 

Todavía existen pueblos que parecen vivir en otro tiempo —como ciertas comunidades de Papúa Nueva Guinea, la Isla Sentinel del Norte o regiones de Etiopía— donde la preservación de costumbres ancestrales mantiene una relación distinta con la modernidad. 

También en Senegal, Brasil y Perú viven comunidades ancladas en un tiempo que parece inmutable. 

Quienes pertenecemos a este mundo interconectado, sentimos una preocupación generalizada por el cambio climático, con su impacto en fenómenos meteorológicos extremos y el aumento del nivel del mar. 

También, las tensiones geopolíticas, problemas de salud pública como pandemias y las desigualdades económicas contribuyen a un panorama global peligroso. 

A esto deberíamos agregarle un problema no menor, como la creciente dependencia de la tecnología y los consecuentes ciberataques, que también ponen en alerta a todos los sistemas de los cuales dependen. 

Según un artículo de la National Geographic, historiadores y científicos, señalan la peor época de la humanidad a partir del año 536 donde varias erupciones volcánicas precipitaron un “invierno volcánico” de una década de duración. 

En 541 la peste bubónica llegó desde Egipto y consiguió matar a un tercio de la población del imperio bizantino. 

El aumento de la capa de hielo del océano (un efecto de retroalimentación del invierno volcánico) y un intenso mínimo solar (el período regular que presenta la menor actividad en el ciclo solar de 11 años del Sol) en el año 600, aseguraron que el enfriamiento global continuara durante más de un siglo. 

Digamos entonces que, aun creyendo que vamos de mal en peor, todavía tenemos chances de superar las adversidades presentes, con las contramarchas de los intereses que manejan los hilos de este mundo. 

La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible es un compromiso global de 193 países, adoptado el 25 de septiembre de 2015, para desarrollar un plan de acción “a favor de las personas, el planeta y la prosperidad”.  

La Agenda 2030 también tiene la intención de fortalecer la paz universal y el acceso a la justicia. 

Este marco trata de trazar un camino para lograr dar respuesta a los grandes desafíos mundiales: desde la pobreza y el hambre hasta la corrupción y el cambio climático. 

Los 17 objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de la ONU abarcan metas sociales, económicas y ambientales que buscan cerrar la brecha de género, erradicar el hambre, promocionar la acción climática o buscar la paz y la transparencia, entre otros propósitos. 

Sin embargo y como sucede con las buenas intenciones cuando no hay una actitud de cambio real, aún se está lejos de cumplir los objetivos previstos.  

Mientras tanto, la brecha se agiganta. La falta de voluntad para implementar medidas de coordinación y financiamiento, se cobra vidas y recursos en el planeta. 

Algunas personas critican la Agenda 2030 por considerarla una herramienta para un supuesto “Nuevo Orden Mundial” o un intento de controlar a la población.   

También se critica la frase “En 2030 no tendrás nada y serás feliz” por su enfoque en la falta de propiedad y su potencial para generar descontento. 

Cristina Martín Jiménez, periodista y escritora sevillana, señala que la Agenda 2030 es una mera campaña propagandística universal dirigida a sugestionar a todas las personas del planeta y a perseguir a la gente que se rebela contra el statu quo establecido. 

Si bien los principios en los que se basa la Agenda son lícitos y razonables, esta obra diferencia claramente el mensaje de la intención que oculta. Para la autora, lo que nos cuentan sobre la Agenda es pura propaganda.  

Una campaña de comunicación internacional cuyo fin es vendernos un futuro mejor para todos.  

Volviendo a aquel fatídico año 536 cuando el mundo experimentó un período de oscuridad y enfriamiento global, llamado “invierno volcánico”, y una densa niebla cubrió Europa, Oriente Medio y partes de Asia, bloqueando la luz solar y causando bajas temperaturas y hambrunas, la recuperación se debió principalmente a la adaptación y a la resiliencia de las sociedades. 

Los cambios en la agricultura, el comercio y la organización social, fueron claves para mantener la cohesión social y reconstruir las comunidades.  

Evidentemente, con mucha menos información y recursos, y en medio de la catástrofe sanitaria y la hambruna generalizada, la humanidad supo ponerse de acuerdo. Más de lo que estamos demostrando hoy en los actuales foros de debate internacional.  

Históricamente el ser humano ha sabido superar las crisis gracias a la adaptación, a la colaboración y a la resiliencia.   

Todas ellas, capacidades de supervivencia, que por el momento, parecen quedar soslayadas bajo slogans y buenos propósitos sin ver la luz ni encaminarse en políticas realistas y urgentes.  

La pregunta es si, frente a un mundo en crisis, recordaremos a tiempo esas capacidades antes de que sea demasiado tarde. 

 

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