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CUANDO NADIE DA EL BRAZO A TORCER

En las antípodas de las soluciones

Es exasperante que la reunión por el acuerdo de Paz convocada en Egipto este fin de semana, no haya tenido una resolución unánime.

Para la comprensión del conflicto geopolítico y religioso entre el Estado de Israel y Palestina, y puntualmente con el grupo terrorista Hamás, es indispensable volver la vista varios siglos atrás.

Las tierras hoy en disputa fueron dominio del antiguo Imperio Otomano desde 1516 hasta 1917 y, tras su desintegración, pasaron a manos del Imperio Británico en 1922.

En la Declaración Balfour, Inglaterra manifestó la creación de un hogar nacional para el pueblo judío, generando disconformidad y recelo en la población árabe de palestina.

Comenzó entonces una masiva inmigración de judíos promovida por el movimiento sionista, desencadenando la gran revuelta árabe en 1936 que duró alrededor de 3 años.

En 1947, la ONU propuso el fin del dominio británico y dividió a Palestina en dos estados independientes: uno hebreo y otro árabe mediante la resolución 181, dejando a Jerusalén como una ciudad de régimen internacional.

El Estado hebreo fue creado en 1948 bajo el nombre de Israel, pero la zona árabe quedó bajo el control de Egipto y Jordania, sin que se conformara ningún Estado.

Pronto los conflictos limítrofes comenzaron a desencadenarse con la Guerra de Sinaí en 1956 y la Guerra de los seis días en 1967.

Finalmente, en los Acuerdos de Oslo en 1993 y 1995, Israel reconoció la legitimidad del gobierno palestino.

En 1987 se produjo la primera intifada palestina (levantamiento) contra la ocupación israelí en Cisjordania y en la Franja de Gaza, y nace el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, una organización paramilitar que se declara yihadista, nacionalista e islamista

En 2007 sus miliciantes consiguieron tener el control de la Franja de Gaza tras una intensa guerra con las fuerzas locales de Al-Fatah, el movimiento que fundó Yasser Arafat para luchar por la liberación de Palestina y que entonces lideraba el presidente palestino Mahmud Abbas. 

La complejidad de este conflicto hace que la solución sea extremadamente difícil y esto ha quedado demostrado en la falta de un acuerdo entre los líderes de la ONU convocados este fin de semana en El Cairo.

En el formato convencional de guerras y ocupación de territorios hasta mediados del  Siglo XX, la historia ha dejado claro quiénes eran los vencedores y vencidos: un caso que me toca muy de cerca son las Islas Malvinas, ocupadas a la fuerza por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda a través de una operación militar del 3 de enero de 1833 que desalojó a la guarnición argentina de Puerto Soledad.

Hasta el día de hoy, Argentina reafirma su soberanía sobre las Islas Malvinas ante la Comisión de Política Especial y Descolonización de la ONU contando con un gran respaldo del resto de los Estados miembro. 

El panorama ha cambiado radicalmente y los enfrentamientos armados a escala mundial han pasado a manos de agentes no estatales, como milicias políticas, grupos terroristas internacionales y grupos delictivos.

Para las Naciones Unidas, el mundo vive una “nueva era de conflicto y violencia” marcada por una menor letalidad que en el siglo XX pero con cada vez más países expuestos a esta violencia y donde los enfrentamientos entre grupos dentro de un territorio son más usuales que entre estados.

Las tensiones regionales sin resolver, el desmoronamiento del estado de derecho, la ausencia de instituciones estatales o su usurpación, los beneficios económicos ilícitos y la escasez de recursos agravada por el cambio climático se han convertido en importantes causas de enfrentamientos.

Así, los conflictos son menos sensibles a las formas tradicionales de resolución, con lo que son más largos y mortíferos.

Hoy nos encontramos con un mapa mundial de guerras y focos de violencia, como la guerra entre Ucrania y Rusia, considerada un conflicto armado convencional y a escala masiva en el corazón de Europa.

A esto se suma la ofensiva de Azerbaiyán contra fuerzas armenias dentro de Nagorno-Karabaj, la guerra civil Siria, la guerra civil de Yemen y la guerra de Tigray en Etiopía con nefastas cifras de muertes civiles, desplazamientos, pobreza y agudizamiento de las condiciones de subsistencia en todos los órdenes. 

La gran pregunta es si alguna vez el ser humano podrá verse en el espejo de su enemigo y ser capaz de responsabilizarse por las muertes y la desolación que ha dejado a su paso.

En este punto álgido del avance tecnológico a escala mundial, con acceso a la información como nunca antes se ha podido alcanzar, pudiéndonos conectar unos con otros para intercambiar productos, servicios, educación, arte, ideas, resulta inaceptable un mínimo de paz en esta tierra.

Parece simplista y lo es, y también es fácil decirlo cuando quedó demostrado que los líderes del mundo no han sido capaces de frenar esta locura, inaceptable, irracional, anacrónica, criminal, se respeten o no se respeten los tratados de la Convención de Ginebra.

Hoy es lunes y otra semana empieza sin que nadie todavía, haya dado su brazo a torcer.

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