SE BUSCAN LÍDERES, DEJAR CV

En este año me he vuelto aficionada a las series (aunque me resistía al principio) y a las películas históricas.

A veces me resulta inevitable parar el capítulo en cualquier momento para confirmar datos, fechas y nombres, aunque suene muy inoportuno. 

Sabemos que toda ficción ha sido escrita y dirigida con intencionalidad y jamás reflejará los hechos tal como fueron, sino que mostrarán un punto de vista a fin de que el espectador se decante por amar u odiar al personaje o alguno de sus coprotagonistas.  

A lo largo de la historia, podemos destacar a numerosos líderes políticos, faraones y militares al frente de imperios, reinos, califatos, repúblicas, etc.  

En épocas de Julio César, Alejandro Magno, Cleopatra, Gengis Khan, el pueblo con nulo poder de ejercicio democrático, no tenía nada que objetar, y quien ejerciera oposición se arriesgaba a una muerte segura.

Por si fuera poco, algunos se creían la encarnación divina como el caso de Calígula, quien ostentaba ser nada menos que Júpiter.

Ya en la era moderna, encontramos figuras como Napoleón, Isabel I de Inglaterra, Catalina de Rusia, y otros tantos del siglo XIX y XX que han dejado los campos manchados de sangre, le pese a quien le pese reconocerlo. 

Podríamos afirmar que cualquiera de estos reyes, dictadores, tiranos o comandantes, nadie se los quitaba de encima salvo que murieran en el campo de batalla, los envenenaran o los acuchillaran en la intimidad de sus aposentos. 

La historia está plagada de conspiradores ya sea del propio partido o del mismo cuerpo del ejército, de camaradas o supuestos aliados, incluso de la propia familia. 

El caso de Abraham Lincoln puede servirnos de ejemplo, habiendo sido asesinado una vez declarada la abolición de la esclavitud con la Proclamación de  Emancipación en 1863 y el fin de la guerra civil. 

Con el correr de los siglos y ante los nuevos paradigmas sociales y tecnológicos a partir del siglo XX, el sistema democrático ha sido adoptado por el 44,3% de países frente al 55,7€ que continúan bajo regímenes autoritarios.  

Según datos estadísticos, existen 21 países que pueden confirmarse como democracias libres, 53 países como democracias deficientes, 34 países como regímenes híbridos y 59 como regímenes autoritarios.

Evidentemente queda mucho mapa por revertir hasta que los países de este siglo XXI gocen de plenas libertades. 

Entre las figuras más cercanas a nuestro tiempo, Mahatma Gandhi y Nelson Mandela nos darían una nueva visión de cómo ejercer la política desde una filosofía de protesta no violenta. 

Gandhi organizó la resistencia india, desarrolló una figura y una filosofía pública pacífica centrada en la fuerza o insistencia en la verdad denominada Satyagraha, que llevó a la independencia de la India como colonia Británica. 

Mandela ejerció desde muy joven como activista político, lo que le costó casi 30 años de cárcel. Al cumplir su condena, logró convertirse en el presidente de Sudáfrica y desmontar la estructura del Apartheid, promoviendo la igualdad y combatiendo la pobreza.

Estos métodos y formas de hacer política pueden dar resultados efectivos con un cambio de estrategia, si en verdad se quisiera ir por este rumbo, cosa que no parece ser factible en la actualidad.  

El asunto es observar qué se cocina en la cabeza de los pueblos, de los ciudadanos comunes, para generar líderes al frente de una evolución de la política y la ética a nivel  global.

Si quieres cambiar el mundo, da tres vueltas por tu casa, dice un proverbio Chino. En este complejo paradigma global en el que vivimos, todavía nos falta mucho por corregir y enmendar en nuestros propios sistemas supuestamente democráticos. 

Viendo cómo está el patio, cómo se negocian los favores de unos por otros, cómo se reclutan agencias de inteligencia para desestabilizar al opositor, cómo se insta al odio, al miedo y a la descalificación permanente, cómo se trabaja desde los medios para voltear o mantener a los candidatos, no podemos obviar nuestra responsabilidad en esta historia interminable de marchas y contramarchas. 

La decepción es enorme y las gentes se hartan o se anestesian como en la más remota antigüedad. La reconstrucción de los países exige un cambio de paradigma moral que genere líderes a la altura de las nuevas expectativas.

La educación de las generaciones futuras, en un mundo en constante desarrollo tecnológico con enormes desafíos en el área medioambiental, es y seguirá siendo la única herramienta para lograr un acuerdo colectivo, lejos de las dialécticas obsoletas y aleccionadoras, contrarias al libre pensamiento, que todavía se oyen de puertas para adentro.