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CUANDO LA REALIDAD SUPERA LA FICCIÓN

Chernóbil... la ciudad olvidada

No soy aficionada a las series, prefiero las películas donde la trama ocurre en 100 o 120 minutos como mucho. 

Supongo que esta resistencia a quedar enganchada a series extensísimas, donde siempre caen en baches argumentativos que sus guionistas podrían ahorrarnos, me viene de la más tierna infancia cuando mi madre me prohibía ver telenovelas

Ella decía que había cosas más interesantes y que era una verdadera pérdida de tiempo y de energía vivir pendiente de historias y personajes ficticios, semanas enteras. 

Habiendo pasado cuatro décadas de aquellos tiernos años, hoy la industria del cine y del espectáculo, nos ofrecen un amplio abanico de series y películas rebatiendo la mediocridad de lo que puede encontrarse en la televisión abierta.

Varias plataformas nos ofrecen un menú a la carta y a toda hora sin restricciones, con propuestas de todo tipo de calidades.

En mi caso, teniendo en cuenta las recomendaciones de Doña Amelia, me toca ser muy selectiva al momento de invertir mi tiempo libre en este tipo de ocio

En mi ranking personal de todo lo visto hasta este momento, la temática “histórica” o “documental” es la que se lleva todos los puntos.

Me parece altamente arriesgado, atreverse a revisar los hechos e involucrarse ideológicamente, con los imprevisibles resultados de audiencia y ganancias que siempre se esperan en esta industria a escala global.

Chernóbil es una de las mejores series que puedan verse entre la maraña de ficción desproporcionada, y que indiscutiblemente nos hace tomar contacto con la tragedia nuclear desde varias miradas.

Al terminar de ver sus 5 capítulos, mi única idea era tratar de entender y asimilar si hemos aprendido finalmente de los errores, si somos capaces de anticiparnos, o de valorar las consecuencias sin llegar a presionar el botón rojo otra vez.

Insisto en saber, qué más tendremos que vivir para seguir aprendiendo… será otra tragedia, otro desastre, otra hecatombe hasta aprender? 

Nada debería hacernos olvidar que la ambición y la ineptitud humana generan una combustión peligrosa y de ello tenemos una larga lista de malas gestiones, imprudencias, y decisiones kamikazes que costaron la vida de millones de personas.

El accidente en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, ubicada en el norte de Ucrania, que en ese momento pertenecía a la Unión Soviética, sucedió el 26 de abril de 1986.

La explosión pudo evitarse, como tantas otras catástrofes que el ser humano fue capaz de originar y perpetuar en su corta existencia desde que tomó consciencia de sí mismo y bajó de los árboles. 

A 37 años de la tragedia, la vida real nos sigue poniendo el dedo en la llaga: “la contaminación por radiación hasta el día de hoy se extiende por un área de unos 150.000 kilómetros cuadrados, comprendidos entre Bielorrusia, Rusia y Ucrania. La zona de exclusión engloba un radio de 30 kilómetros alrededor de la planta, abarcando una superficie aproximada de unos 5.200 kilómetros cuadrados.”

El guion de la serie y la interpretación de todos sus personajes es admirable. Han sabido trasladarnos al lugar, a sentir el miedo en la sangre de los operarios que estuvieron esa noche en la prueba eléctrica que desencadenó la explosión.

Miedo por partida doble: hacia el sistema social-político que se cobraría la verdad que saliera a la luz de la boca de cualquier disidente y miedo a la muerte que tarde o temprano, en horas o días, acabaría con la vida ingenieros, operarios, mineros, bomberos, etc. Todos expuestos a una radiación sin precedentes.

Ni hablar de las consecuencias en toda la región: campos, bosques, ríos, animales domésticos y silvestres…. Todo ha tenido que ser sacrificado, aniquilado

La lluvia radiactiva, 400 veces superior a la radiactividad liberada en Hiroshima, expulsó a más de 300.000 personas de sus hogares y desencadenó una epidemia infantil de cáncer de tiroides entre otras consecuencias para la salud. 

La película nos describe el arduo trabajo del jefe de la comisión, Valeri Legásov, quien investigó con éxito lo que sucedió en la sala de controles aquella madrugada, encontrando a los verdaderos responsables. Pero tranquilos que  no voy a ejercer de spoiler de la serie, porque merece ser vista y discutida.

Solo quisiera terminar este post con un deseo global, sin partidismo ni ideologías de bolsillo…  el deseo de sentirnos a salvo de la prepotencia sistemática, de la ambición a cualquier precio y de la estupidez dirigente.

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