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DESDE EL HOMBRE DE LOS ÁRBOLES

Todos en la misma bolsa

La inmigración es un fenómeno al que el ser humano está más bien acostumbrado.

Hace al menos 500 mil años que los primeros homínidos bajaron de los árboles y comenzaron a andar por el planeta. Desde entonces, las diferentes especies humanas que nos precedieron, se han movido buscando mejores condiciones de vida.

Hoy tampoco es una excepción ni lo será, menos cuando tenemos a la vuelta de la esquina cualquier guerra, hambruna, persecución política, de género o religiosa.

Ni hablar del desastre de las sequías en las zonas más castigadas del planeta y de las hecatombes naturales que nos sacuden cada dos por tres.   

A raíz de la entrevista que realicé en conexión directa con Argentina el mes pasado, y que generó más de 11 mil visualizaciones, muchas personas se animaron a opinar, algunas coincidiendo conmigo y otras no. 

Solo tuve que borrar un comentario «idiota«, de esos que siempre hay que sortear en este mundo de las Redes, que ni siquiera arrojaba una idea inteligente

Me llamó la atención la opinión de una persona muy preocupada por la inmigración a España y especialmente a Valencia.

En su larga exposición, plantea cuestiones que considera cruciales: el impacto ecológico por el crecimiento de las ciudades al recibir a las masas migratorias, el riesgo del sistema educativo y de la sanidad pública, y algo que me llamó mucho la atención: la crisis cultural y la pérdida de las costumbres locales.

Y ruega algo así como: “Valencia está llena, hay otras ciudades en España para instalarse”.

El miedo siempre crea los «otros» y bajo este prisma se justificaron las peores atrocidades que el hombre fue capaz de realizar a lo largo de la historia. 

La inmigración la llevo en la sangre. Mis tatarabuelos eran españoles e italianos que emigraron a Argentina a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Será por eso que me siento una ciudadana tan europea como cualquier otra, aunque mi acento delate mi procedencia.

La Constitución Argentina proclama ser un país abierto a todos los hombres del mundo que quieran habitar nuestro suelo, y por ello ha intentado cubrir su vasto territorio de 2,78 millones km² con escaso éxito.

Actualmente somos casi 46 millones de habitantes, lo que nos coloca en el puesto 20 en el ranking de densidad mundial, con 16 habitantes por Km2. 

Siendo un país enorme, con recursos naturales más que suficientes, una extensa plataforma submarina y una vasta extensión de territorio cultivable capaz de cubrir todas las necesidades de sus habitantes, no habría razón para que nadie se fuera de mi país en busca de mejores oportunidades. Pero esto daría lugar a un largo debate.

Hace muchos años, yo estaba en el Mercado Central de Valencia esperando mi turno para ser atendida en una carnicería. Éramos alrededor de 30 personas, mayormente sudamericanos. 

Una señora se acercó y me dijo en voz baja… “cuántos latinos, yo no sé qué va a pasar. Ellos vienen a buscarse la vida pero aquí no hay para todos.”

Le dije: Señora, soy argentina, soy latina

Y me contestó: Ahhh no, los argentinos son como nosotros, ni compararlos.

La inmigración es un fenómeno global que deberíamos abordar con seriedad y respeto, tanto por los que llegan o se van, como por aquellos que los precedieron.

Reconociendo que será casi imposible desterrar prejuicios, lo único que atino es a expresar mi preocupación por la misma mirada hacia los “otros”, esa que cambió de forma pero no de fondo, y que tantas veces nos llevó al abismo.

4 comentarios en «DESDE EL HOMBRE DE LOS ÁRBOLES»

  1. Excelente artículo Gabriela! Saber diferenciar crisis de miedos es básico para seguir este tema. Y nosotras somos ejemplo de esa inmigración de nuestros abuelos. Hicimos el camino al revés. Orgullosa de ello. Te leo siempre porque eres honesta, coherente y humana. Gracias y Abrzss desde Barcelona ❤️✍🏻

    1. Muchas gracias Noemí !!! en eso estamos, dándole vueltas a las cosas para llegar al mismo punto de partida. Desde el lugar donde elegimos quedarnos, hacemos el trabajo de limpiar el propio camino y el de nuestros ancestros. Verlo así nos facilitaría las cosas. Todos abocados a sanar el Arbol Familiar y a soltar nuevas semillas para los que vienen.
      Fuerte abrazo y gracias por leerme.

  2. Los otros.
    Nosotros somos los otros para los demás.
    No es razonable que existan ni nosotros ni vosotros ni ellos, por el hecho de haber tenido la fortuna o el infortunio de haber nacido en uno u otro país.
    ¿Qué prebendas quieres tener porque tu madre estuviera en este o en aquel país cuando naciste?
    Yo tengo la nacionalidad española porque nací en España, pero me siento y soy ciudadano del mundo.
    Con los mismos derechos que cualquier otro ser humano. Ni más, ni menos.

    1. Gracias por tu comentario Nacho. La única manera que yo encuentro para sostener una sociedad «en paz» es la integración, considerando que todos tenemos la responsabilidad de que eso funcione, tanto los que emigran como los ciudadanos del país o la ciudad que los recibe. Los derechos y obligaciones deben cumplirse por igual, como bien dices tu. Es una tarea compleja pero no imposible. La adaptabilidad no es la misma para un latino que para un subsahariano, para un rumano que para un pakistaní, por citar solo algunos. En esto deberíamos invertir para sacar el mejor partido de las nuevas sociedades multiculturales que estamos construyendo. Saludos !

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