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EL DOLOR QUE MAS DUELE - Gabriela Castillo

EL DOLOR QUE MAS DUELE

Mirando de frente a la verdad

Siempre que alguien de mi entorno enferma o yo misma con mis propias dolencias crónicas, me pregunto sobre la causa emocional de trasfondo. 

Desde hace un tiempo, diría desde la muerte de mamá, busco todas estas respuestas en fuentes que abordan el tema de la espiritualidad.

Tuve mi primer contacto con las Constelaciones Familiares en 2013. Un hecho que me ofreció una nueva perspectiva de este vasto campo transgeneracional.

Haber llegado a las Constelaciones fue supuestamente casual (por llamarlo de alguna manera). No tenía idea de lo que iba a experimentar y si tal vez alguien me hubiera desasnado, seguro que me habría inventado alguna excusa para no estar allí. 

Por alguna extraña razón conocí de primera mano el poder y las capacidades de nuestra mente/espíritu para desbloquear patrones tóxicos y reconducir todo aquello que venía trastocado por defecto. 

Para mí y para muchos, este fue un hallazgo fascinante, porque impacta directamente en nuestro ser, en nuestra esencia.

Muchos terapeutas están incorporando herramientas y fuentes filosóficas/espirituales para llegar al origen de los conflictos de sus pacientes. 

Luego está en nosotros decidir qué hacer con esta información: esconderla bajo la alfombra como si aquí no pasara nada, o tomar el toro por las astas y provocar los cambios para lograr distintos resultados. 

Al principio es cierto que sentimos un vértigo incalculable al tomar contacto con sentimientos tan dolorosos reviviendo experiencias pasadas. 

Lo mismo con aquellas verdades ocultas por nuestras familias que ningún miembro del clan consiguió desenmarañar y que arrastran a las generaciones futuras. 

Una vez que pasamos esta primera etapa de estupefacción, asumimos que no hay retorno de la verdad.  

Ahora somos capaces de ver la otra cara de la luna, y descubrirnos protagonistas y creadores, con capacidades intrínsecas para cambiar el presente y el futuro

Ya no hay nada desconectado: personas, trabajos, accidentes, mudanzas, enfermedades, parejas, profesiones, fracasos, deudas, éxito, etc. 

Recuerdo haber preguntado a un paciente de hemodiálisis qué situación personal pudo haber afectado el funcionamiento de sus riñones, y me dijo con absoluta certeza: fue el año en que murió mi madre y mi mujer me pidió el divorcio.

El riñón y todas sus manifestaciones implican el control emocional exacerbado y los sentimientos de derrumbamiento de la existencia. Son personas que se aferran a lo que tienen, que evitan mostrarse tal como son por miedo a verse vulnerables, a perder su terreno, a ser reemplazados. 

Hoy está a nuestro alcance conocer las causas de todo aquello que no sabemos gestionar: frustración y rabia, miedo y censura, abusos, traiciones, mentiras e infidelidades, resignación y falta de autoestima, maltrato de padres a hijos y viceversa.   

Tantas cosas pueden paralizarnos o, por el contrario, permitirnos despejar el camino, una vez que son vistas y reconocidas conscientemente. 

Hoy mi hija me dio un susto que me hizo reflexionar. Una importante infección en sus amígdalas nos llevó a la urgencia del Hospital Peset esta mañana. 

Evidentemente, el recuerdo latente de momentos dolorosos de la infancia hicieron que el cuerpo sacara a la luz la angustia contenida en un momento de estrés. 

Agradezco a los médicos y al sistema público sanitario que nos permiten acceder a los tratamientos y a la medicación para paliar los síntomas y sacarnos del apuro. 

Existen tantos hilos de los cuales tirar como emociones y situaciones para desentrañar. Mejor no esperar el momento en que el cuerpo decida gritar lo que el alma viene callando por tanto tiempo. 

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