MIS ÚLTIMAS VOLUNTADES
Planificando un buen final
Hoy es Viernes Santo y justo ha coincidido con el tema de la muerte que tenia pensado abordar en algún momento.
No soy religiosa. Lo fui hace tiempo y además tuve una participación muy activa y comprometida en la Iglesia Católica. De aquellos años, ya remotos, me queda un estupendo grupo de amigos y amigas, y recuerdos de reuniones, mateadas y campamentos en los meses de enero.
Sin embargo, pese a no seguir ningún credo en particular, acepto otras filosofías espirtuales más cercanas al Nuevo Pensamiento. Esta corriente afirma que cada persona da origen a sus experiencias y a su visión del mundo. Para ello, es fundamental la actitud mental positiva y la meditación a fin de cambiar la base de la percepción sostenida en las creencias.
La fe es un tema fascinante porque, en verdad, por fe nos movemos.
Fe en lo que sea: en un dogma religioso, en una ideología política, en una o varias filosofías de vida. Fe en la ciencia, fe en la astrología, fe en doctrinas económicas, fe en la tecnología, fe en un líder o en un grupo, etc.
Sean cuales sea nuestros parámetros mentales, tarde o temprano, nos tocará sucumbir en esta tierra como todos los seres vivos.
Ya veremos a qué nos agarramos para sobrellevar la temida transición a otra vida o al final de nuestra existencia sin ningún más allá que nos espere.
En mi experiencia en los hospitales y particularmente con pacientes terminales, he observado la actitud de sus familiares y en cómo procesan ese momento tan desgarrador. Tambien me ha tocado vivirlo en primera persona hace dos meses con la muerte de papá y de mi querida vecina Francisca, recientemente.
Al despertar, reflexiono sobre cuál es el impulso que me motiva a vivir, por qué y para qué hago lo que hago, y si este último trecho que me queda servirá para inclinar la balanza hacia el lado positivo.
Principalmente, evito contradecirme entre lo que quiero y siento. Cosa no tan sencilla cuando se siente una enorme atracción hacia un lado pero una emoción contraria hacia el polo opuesto.
Si existen sensaciones de incomodidad, rabia o frustración enseguida busco apaciguarlas recordándome todo aquello que pude superar con éxito. Inhalo, cuento hasta cuatro, y exhalo. La mente se despeja y se quita de en medio todo aquello residual que no sirve a la causa.
Ese es mi plan: solo generar momentos de armonía y disfrute aunque la evidencia de la «realidad» sea absolutamente contraria. Si el aumento de precios me produce emociones de miedo por la escasez en el pasado, me exijo pensar en que la providencia siempre me funcionó al 100%.
Por eso, cada vez que abro los ojos elijo concienzudamente qué pensar, qué decidir y cómo reaccionar.
Y así como pienso de qué manera quiero vivir, también pienso de qué manera quiero morir, además de resolver qué hacer con este cuerpo, vestigio de una vida entre millones, cuando deje de respirar.
Por qué no planificar ese momento? hay un catálogo de formas posibles de morirse o hay que pasar sí o sí por enfermedades dolorosísimas, o por un deterioro físico y mental consecuencia de la vejez, o por fallos de los sistemas y los órganos del cuerpo?
Me pregunto: se puede morir durmiendo y sin sufrir? O hay que pasar por los tormentos de un Cristo para encontrar la redención?
He pensado también de qué manera fundirme en este planeta y, como soy mujer de tierra firme, de roca y de montaña (no tanto de mar) me gustaría que mis cenizas reposen bajo un árbol añejo, ese que extiende sus raíces a varios metros y que establece un vínculo con otros de su misma especie.
Tal vez tenga que ver con aquella imagen del árbol familiar con la que me siento tan identificada y porque un árbol es proveedor de recursos para otros seres vivos, un ser generoso por naturaleza.
De esta manera mis hijos y mis nietos podrán reecontrarse conmigo bajo su sombra para contarme las peripecias y las alegrías del día a día. Y tal vez yo pueda susurrarles algunos sabios consejos, como un viejo árbol que abraza a sus nidos.